Antes de que podais leer esta entrada quiero deciros que esta reflexión la he realizado con mis compañeras de grupo, pero me ha parecido interesante compartirla aquí porque esta muy relacionada con la entrada de comunicación, puesto que el contenido de la fábula habla de ello.
Además esto me facilitará poder consultar este trabajo en el futuro sin necesidad de buscarlo de manera separada respecto a lo trabajado en la asignatura.
“LA FABULA DE LA OSTRA Y EL PEZ”
Había
una vez una ostra y un pez. La ostra habitaba las aguas tranquilas de un fondo
marino y era tal la belleza, colorido y armonía del movimiento de sus valvas
que llamaban la atención de cuantos animales por allí pasaban.
Un
día acercó a pasar por el lugar un pez que quedó prendado al instante. Se
sintió sumamente atraído por la ostra y deseó conocerla con todo su ser. Sintió
un fuerte impulso de entrar en los más recónditos lugares de aquél animal
misterioso. Y así, partió veloz y bruscamente hacia el corazón de la ostra,
pero ésta cerró, también bruscamente, sus valvas. El pez, por más y más
intentos que hacía para abrirlas con sus aletas y con su boca, aquellas más y
más fuertemente se cerraban, pensó entonces en alejarse, esperar a cuando la
ostra estuviera abierta, y en un descuido de ésta, entrar veloz sin darle
tiempo a que cerrar sus valvas. Así lo hizo, pero de nuevo la ostra se cerró
con brusquedad. La ostra era un animal extremadamente sensible y percibía
cuantos mínimos cambios en el agua ocurrían, y así, cuando el pez iniciaba el
movimiento de acercarse, ésta se percataba de ello y al instante cerraba sus
valvas.
El
pez triste, se preguntaba ¿por qué la ostra le temía?, ¿cómo podría decirle que
lo que deseaba era conocerla y no causarle daño alguno?, ¿cómo decirle que lo
único que deseaba era contemplar aquella belleza y compartir las sensaciones
que le causaban?
Aunque pensó – seguro que estarán tan ocupados que no podrán ayudarme.
¿Qué puedo hacer?, se preguntó.
Tras pensar algún rato llego a la conclusión que lo mejor era informarse por otros peces que les conocían cuál era el mejor momento para abordarle, cómo tendría que presentarse. Después de informarse muy bien, eligió el momento más oportuno y hacia ellos se dirigió.
Tras pensar algún rato llego a la conclusión que lo mejor era informarse por otros peces que les conocían cuál era el mejor momento para abordarle, cómo tendría que presentarse. Después de informarse muy bien, eligió el momento más oportuno y hacia ellos se dirigió.
-
Hola, dijo el pez. ¡Necesito vuestra ayuda! Siento grandes deseos de conocer
una ostra gigante pero no puedo hacerlo porque cuando me acerco cierra sus
valvas. Sé que vosotros sois muy hábiles en abrir ostras y por eso vengo a
pediros ayuda.
El
pez continuó explicándoles las dificultades que tenía y los intentos por
resolverlas.
Llegó
a decirles la sensación de impotencia, que le entraba y los deseos de abandonar
tras tantos intentos fallidos.
Los
peces le escucharon con sumo atención, la hicieron notar que entendían su
desánimo pues ellos se habían encontrado en circunstancias similares. Le
felicitaron por el interés que mostraba en aprender y por la inteligencia que
demostraba tener al pedir ayuda y querer aprender de otros.
El
pez se sintió mucho más tranquilo y esperanzado, les contó los temores que
tenía al pedirles ayuda y fue “abriéndose” cada vez más a toda la información
que aquellos avezados peces le contaban. Escuchó con atención cómo, a pesar de
sus habilidades, había algunas ostras que les resultaban difíciles de abrir,
pero ello más que ser un motivo de desánimo, esa dificultad les estimulaba a
seguir investigando y reunirse para intercambiar conocimiento y mejorar sus
prácticas de abrir ostras.
Los
peces continuaron en animada conversación.
-
Mira, algo muy importante que has de lograr, es suscitar en la ostra el deseo y
las ganas de comunicarse contigo.
- ¿Y cómo podré lograrlo?
- De
la misma manera que tú has logrado comunicarte con nosotros y “abrir nuestras
valvas” de pez.
-
¿Cómo?
- Tú
deseabas que nosotros te escucháramos y te prestáramos ayuda. Nos has dicho que
dudabas de si podrías lograrlo, ¿no es verdad?
-
Si, así es.
-
Podrías haberte quedado con la duda, pero en lugar de eso, diseñaste un plan de
acción. Buscaste información acerca de nosotros, te informaste de cuál era el
mejor momento de abordarnos y qué decirnos. Tú sabías que nosotros éramos muy
sensibles a la expresión honesta y sincera de “necesito vuestra ayuda”. También
sabías que nos agrada, como a todo hijo de pez, el reconocimiento de nuestra
competencia y veteranía en abrir ostras. Te confesamos que todo ello nos agradó
mucho. También nos gustó tu mirada franca y serena, además de tus firmes y
honestas palabras.
- Sí, en efecto eso es lo
que hice. Ahora que lo dices, mis valvas de pez se sintieron también abiertas
al notar que me escuchabais con atención. Me agradó mucho el que os hicierais
cargo de mi impotencia, y por qué no decirlo, me agradó también el que me
felicitarais por pediros ayuda.
-
Muy bien, pero ¿cómo podré hacerlo con la ostra? No conozco su lenguaje, sus
costumbres, sus miedos, no conozco tampoco que es lo que le agrada.
-
Bien, también has diseñado un plan de acción para abrir la ostra. El primer
paso ha sido el de visitarnos para que te informemos de sus costumbres, de sus
miedos, de todo aquello que le agrada.
Te
podemos decir todo aquello que suele suscitar temor en las ostras. Les asusta
el movimiento brusco de las aguas, de hecho habrás observado que cuando hay
tempestades y hay mucho oleaje las ostras están fuertemente cerradas. Es por
eso que si te acercas a ellas cuando hay muchas turbulencias tendrás grandes
dificultades para lograr que se abran.
Les
asusta el que algún animal se acerque de modo imprevisto. Les agrada en cambio
los movimientos suaves, los besos y las caricias y el que se entre en sus interioridades
sin antes conocerse durante algún tiempo. También les agrada mucho el que se
les hable en su lenguaje. Habrás observado que lanzan a través de sus valvas
pequeñas pompas de aire. Si las observas con suma atención podrás aprender los
códigos que utilizan y sus significados. Cuando están tristes, asustadas,
tiernas o alegres.
De
este modo, los peces continuaron asesorándole. Le invitaron a pasar largos
ratos observando el comportamiento de la ostra. Le invitaron también a asistir
a algunos de los cursillos que organizaban y le regalaron un manual. “El manual
de abridor de ostras”.
Tras
varias semanas de observación, aprendizaje y entrenamiento, el pez pudo por fin
disfrutar con aquella bellísima ostra. Pudo ¡al fin!, lograr entrar en las
interioridades de las ostras y compartir las sensaciones que le causaba. Pudo,
al fin, comunicarse.
REFLEXIONA EN GRUPO
·
¿Qué te sugiere esta fábula en relación a la
orientación personal?
Esta narración hace un símil con los pasos a
seguir para llevar a cabo una orientación personal. Se centra fundamentalmente
en el planteamiento de qué es una orientación y de cómo llevarla a cabo en sus
rasgos más fundamentales.
Para que dicha orientación sea efectiva, es
fundamental diseñar un plan de acción.
El Plan de acción ha de comenzar por la
motivación de querer ayudar o acercarse a alguien, pero no por ello hemos de
abordar a la otra persona sin más, sino que hemos de preocuparnos por su manera
se ser, conocer sus gustos e intereses, para poder ir poco a poco acercándonos
a ella.
Cuando se tenga la oportunidad de escuchar a
la otra persona, dicha escucha ha de ser en todo momento activa, en la que se
tenga en cuenta el lenguaje verbal y no verbal (postura, expresión facial,
gestos…) En todo momento, no hemos de perder el entusiasmo y el afán de
superación y no debemos olvidar que es fundamental apoyarse en otros
profesionales para obtener la ayuda que se necesite.
·
Haz una lista de los que consideras los
principales “cierra-ostras” en la comunicación.
- No escuchar a
los demás.
- Querer saber demasiado.
- Ver lo nuevo o
diferente como una amenaza.
- Despreciar las
opiniones de los demás.
- No admitir el
debate.
- Acusar, amenazar
o exigir.
- Invadir el espacio personal.
- No respetar los silencios y los turnos.
- La burla y el
sarcasmo.
- Dar consejos
prematuros o no pedidos.
- Tomarse todo
comentario como algo personal.
- Pedantería.
- Interrumpir.
- Hacer
afirmaciones radicales o dogmáticas.
- Hablar con
rodeos.
·
Escribe también las principales llaves para abrir la comunicación, o
siguiendo la fábula, los “abre-ostras”.
- Sentirse
acogido/a.
- No sentirse
juzgado/a.
- Mostrar un
talante abierto.
- Hablar con
libertad y naturalidad.
- Escuchar e
interesarse por la persona y por lo que dice.
- No relacionar
todo lo que se escucha con uno/a mismo, dando la impresión de
egocentrismo.
- No estar a la
defensiva.
- Procurar hablar
más de lo que une que de lo que separa.
- Comprender y
dominar los códigos de comunicación en la cultura donde se está.
- Mostrarse
siempre uno/a mismo/a, sin doblez, sin fáciles acomodaciones al grupo.
Siempre claro, auténtico y respetuoso.